Creo que si hay algo que tenía clarísimo antes de ser madre era esto. Dormiríamos cada uno en nuestra cama (los primeros meses, eso sí, con el bebé en nuestra habitación) y no dejaría entrar nunca al niño en nuestra cama, ¡no se fuera a acostumbrar! Pocos meses después, me había rendido ante el colecho de supervivencia.
Recuerdo hablarlo con Dani durante mi embarazo y los dos lo teníamos muy claro. El bebé dormiría siempre en su cuna. Nos reforzábamos el uno al otro en la decisión y confieso que a veces incluso juzgaba a quien colechaba. Así que este es el “Yo también dije” por excelencia de esta sección. Mi mayor “zasca” de la maternidad, sin dudarlo. Y también lo que me enseñó que, en temas de crianza, nunca, nunca, debo juzgar las elecciones de los demás.
El plan durante el embarazo
Durante el embarazo, el colecho nunca fue una opción para mí. No era nada personal, simplemente pensaba que descansaríamos mejor si cada uno dormía en su cama. También decidimos seguir la recomendación de que el recién nacido duerma al menos los 6 primeros meses en la habitación de los padres. Por esto, tras mucho leer y buscar, nos decidimos por comprar una minicuna de colecho.
Concretamente, la elegida fue la Cotinfant Doco Sleeping. Permite retirar un lateral de la cuna y unirla a la cama de los padres, de manera que el colchón queda continuo. Así el bebé tiene su propio espacio, pero está a tu vista en todo momento y sólo con estirar el brazo puedes acariciarle o calmarle cuando llora. Además, no es necesario levantarte cada vez que necesita comer durante la noche, con el esfuerzo y desvele que eso conlleva. Recuerdo que durante los primeros meses decía que era la mejor compra que habíamos hecho para el bebé.
El colecho de supervivencia
Ese era nuestro plan. Pero entonces, la vida nos sorprendió con un bebé que dormía muy, muy, mal. Tuvo sus etapas. Las mejores, con 3 ó 4 despertares por noche. Las peores, ni siquiera era capaz de contarlos. Pero recuerdo mirar el reloj y ver con desesperación que no habían pasado más de 20 minutos entre un despertar y el siguiente…
Los primeros meses, la minicuna de colecho nos hizo muy buen papel, porque siendo tan chiquitín sí que me daba miedo meterlo en la cama. De hecho, leí que el colecho no está recomendado antes de los 3 o 6 meses, según la fuente.
Pero cuando fue un poquito más mayor, no tardé mucho en darme cuenta de que si lo tenía en la cama conmigo era todo más fácil. Durante la lactancia materna a demanda, era mucho más cómodo darle las tomas tumbada. Así podía descansar más entre toma y toma, no me desvelaba tanto y mi cuello sufría menos. Y cuando ya dormía en su cuarto, era demoledor tenernos que levantar cada 20-30 minutos y acunarlo en brazos hasta que se volviera a dormir.
Pronto descubrimos que si nos lo llevábamos a la cama se dormía en seguida y descansábamos todos mucho mejor. Creo que sus despertares no eran por hambre, sino por apego, y lo cierto es que durmiendo con nosotros se dormía antes, se despertaba menos a menudo y no llegaba a desvelarse. Teníamos una cama muy grande, así que estábamos cómodos a pesar de la costumbre que tienen los bebés de cruzarse en la cama para dormir.
Así llegó el colecho de supervivencia a nuestra vida: como la única forma de descansar. Y lo que empezó siendo una noche de vez en cuando, se convirtió en nuestro día a día.
¡Quién me lo iba a decir a mí!
Y confieso que le acabé cogiendo el gusto al colecho de supervivencia. Me encantaba despertarme y tenerlo tan cerquita, verle dormir, que se pegara a mí… En seguida entendí que no se iba a costumbrar y que no estaría en nuestra cama hasta los 14 años, así que empecé a disfrutarlo.
Ahora que tiene dos años y pico, me reclama de vez en cuando pero me toca ir a mí a su mini cama hasta que vuelve a dormirse. Ya no es a diario y hace unas semanas no quiere venir a nuestra cama. Ahora descansamos mejor, porque la mayoría de noches duerme de un tirón en su cuarto. Pero confieso también que me da un poquito de pena, era un momento muy entrañable.
Creo que somos muchas familias las que nos hemos rendido ante el colecho de supervivencia, en contra de nuestras convicciones previas. Aún así, creo que el colecho sigue siendo un tema controvertido. Para mí, insisto, lo mejor es que cada familia haga lo que quiera y lo que más le convenga. Y sobretodo, respetar y no juzgar la decisión de quién no hace lo mismo que tú. Al final, no sabemos por lo que están pasando los demás ni cuales son los motivos que les llevan a tomar una u otra decisión.
Y tú, ¿has colechado con tus hijos o no? ¡Cuéntame tu experiencia en los comentarios!
Deja tu comentario